El tabique nasal es una pared oseocartilaginosa que divide la cavidad de la nariz en dos mitades o fosas. Está formado por el cartílago cuadrangular y por el hueso de la lámina perpendicular del etmoides y el vómer.

En cualquiera de estas estructuras podemos encontrar deformidades que obstruyan la permeabilidad nasal.

El tabique está recubierto a cada lado por la mucosa nasal, con epitelio de tipo respiratorio. Su función es la de servir de soporte a la pirámide nasal, regular el flujo aéreo y servir de soporte a la mucosa nasal. Proporciona sustento a los cartílagos superiores y ancla la nariz anterior al esqueleto óseo facial. Influye de forma decisiva en el tráfico de flujo aéreo a través de la cavidad nasal y es un excelente lugar para la obtención de injertos.

Esquemas anatómicos del esqueleto nasal.


Para que una nariz respire no solamente debe tener un tabique recto, sin deformidades, si no que además la mucosa que lo recubre debe estar en perfectas condiciones y, por último, el flujo aéreo debe ser adecuado. Este debe ser ni demasiado turbulento ni demasiado laminar.

El estado de la mucosa depende de su vascularización e inervación, así como de las circunstancias individuales y generales del paciente (existencia de alergias, adicción al tabaco y alcohol, drogas como la cocaína, abuso de medicación descongestionante…). También influyen factores ambientales (clima, polución…)

Esquema que muestra el recorrido que realiza la corriente de aire inspirado a través de la nariz. Un tabique recto con un recubrimiento mucoso en perfecto estado son las claves de una buena respiración nasal.